Melancolía...
La melancolía es otro de los aspectos que conforman y a la vez promueven el abatimiento. El término melancolía designa hoy en día, ciertas formas particulares de depresión. La melancolía auténtica es un trastorno profundo del humor caracterizado por una tristeza patológica.
Un estado de melancolía se relaciona con dos sentimientos específicos: tristeza y miedo. A pesar de su nombre que parece definirla y diferenciarla de otras entidades nosológicas antiguas, es difícil describir certeramente qué es la melancolía. Hoy en día el término se utiliza más bien como una forma poética que designa un estado de añoranza y nostalgia.
La persona melancólica tiene dificultades para pensar y expresa esta trastorno de diversas maneras. No puede reunir sus ideas: éstas se encuentran como paralizadas, no avanzan más. Está embotado, se siente como si hubiera recibido un golpe. Todo se mezcla y desdibuja para él. No puede tener una buena comprensión, se siente fatigado, abatido, vacío, sin poder prestar atención.
Para la persona melancólica las impresiones del mundo exterior tienen un carácter extraño, como si vinieran de un país remoto; hasta le parece que su cuerpo ya no le pertenece. El pensamiento y la acción se cumplen sin que participe en ello; se ve a sí mismo como un autómata.
El humor del melancólico se halla dominado por un abatimiento profundo, un desaliento sombrío o bien por una agitación ansiosa mal definida. Tiene como un peso en el corazón: muy poco o nada despierta ya su interés de manera durable: casi nada le causa placer. No siente más alegría, no tiene más sentimientos religiosos, está descontento consigo mismo, sólo siente indiferencia por sus familiares y por aquello que antes más quería.
A la persona melancólica todo le disgusta, todo le irrita: la sociedad, la música, los viajes, el trabajo. En todas las cosas sólo ve lo negro y difícil. Las personas que la rodean no son tan buenas y tan desinteresadas como ella había pensado, va de desilusión en desencanto. La vida le parece ahora sin objeto; sin que sepa porqué, le viene la idea destruirse. Tiene la sensación de que algo se quebró en ella. Ya no espera nada bueno. Estos trastornos de la voluntad hacen que la tentativa de suicidio sea relativamente escasa, aunque el deseo de morir sea frecuente.
Las quejas desesperadas expresan a través del tiempo y en todas las latitudes la fragilidad y la angustia del hombre. U hombre que sufre y se ve sometido a las oscilaciones de su equilibrio emocional, psíquico y espiritual. Un hombre que puede ir del desaliento al pesimismo, luego la desesperanza, el abatimiento, la depresión y en ocasiones al naufragio del suicidio.
Pero…después del caos hay un nuevo orden.
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