Buscando El Bien De Los Demás Encontramos El Nuestro




Buscando el bien de los demás encontramos el nuestro





El efecto boomerang o el principio de acción nos dice que “toda causa tiene su efecto y todo efecto tiene su causa”. Por lo tanto, los pensamientos, sentimientos o acciones que son positivos repercuten sobre nosotros de modo favorable. En cambio si son negativos, sucederá todo lo contrario. Por lo tanto, cuando pretendemos el bien para nuestros semejantes, ya sea a través de un pensamiento, un sentimiento o una acción, automáticamente estamos abriendo las puertas para nuestro propio bien.

De ahí, la importancia de estar atentos a nuestra forma de pensar, sentir y actuar. Piensa que lo que hagamos modulará las consecuencias a las que nos enfrentemos. Dar un vaso de agua a cambio de un vaso de agua “solo” cumple con el principio de reciprocidad. La verdadera grandeza consiste en devolver acciones de un valor mayor.

Todo lo que hacemos a los demás, de algún modo también nos lo hacemos a nosotros mismos. La clave está en alimentar nuestras buenas acciones de las propias acciones y no de lo que recibimos a cambio o de lo que hemos recibido antes. La mayoría de personas que destacan por hacer el bien y por hacerlo a pesar de las circunstancias se mueven precisamente por la propia energía que les inspira lo que hacen y no por lo que obtienen a cambio.





Castiga a los que te envidian haciéndoles el bien
Dicen que los grandes cambios empiezan por uno mismo y aunque el mundo a veces parece ser un lugar hostil, existen pequeñas acciones que hacen que podamos reconciliarnos con él. Todos hemos oído alguna vez el popular refrán “haz el bien y no mires a quién” el cual consiste en hacer las cosas por nuestros valores internos, sin importarnos a dónde vayan parar los beneficios.

Este proverbio popular nos enseña que no se necesita de aprobaciones ni de comparaciones para hacer lo correcto. Desde esta óptica, el bien casi siempre va unido a una forma desinteresada de proceder y ahí es donde encontramos nuestra recompensa.

Desear el mal a los demás, nos repercute de forma negativa, provocándonos sensaciones de malestar y resentimiento. Nadie es plenamente feliz deseando la desdicha de los demás. Generalmente, es quien se siente mal el que quiere que el otro se sienta peor.

Las nociones de bien y de mal
La parte de la filosofía que estudia las acciones humanas, calificándolas como buenas o malas, es la ética. La ética tiende al logro del bien, pero no todos los filósofos entienden lo mismo por ese fin. Para la ética, el bien es lo deseable, lo opuesto del mal, que es lo no deseado.





El relativismo cultural acepta que haya distintas concepciones sobre el bien, una idea freten a la que etnocentrismo es menos permisivo. Pero aún así, hay acciones que son intrínsecamente buenas o malas, por ser moralmente aceptables o repudiables por cualquiera. Ayudar a los demás es la máxima expresión de bondad y atacar a los otros por el puro placer de lastimar se puede considerar una de las máximas expresiones de maldad.

La disputa sobre el mal y el bien demuestra que la ética es campo de litigios. Pero eso es también lo que demuestra justamente que no es algo puramente relativo. Demuestra que determinados comportamientos son mejores que otros, mejores en absoluto, no mejores para alguien o en relación con determinadas normas culturales.

Que no nos confundan unos pocos asesinos o terroristas, el bien es mayoría pero no se nota porque es silencioso. En palabras de Facundo Cabral, “Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que nos destruye hay millones de caricias que alimenta a la vida”.




Fuente: Hoy Aprendí

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