Hasta ayer fui todo lo que pude, hoy soy todo lo que quiero
Hasta no hace tanto, muchos de nosotros fuimos aquello que pudimos o que otros nos dejaron ser. Sin embargo, con el tiempo, el corazón se enciende y la mirada se vuelve valiente. Atrás quedaron los miedos, porque hoy, por fin, somos todo lo que queremos, sin restricciones ni reservas y sin miedo al qué dirán.
Lograrlo no siempre es fácil, es resultado de un viaje para el que no siempre compramos los billetes correctos. La realización personal no llega con los años, como lo hacen las primeras canas o las primeras arrugas. Alcanzar la plenitud y esa sensación de bienestar y de equilibrio interno no es algo normativo, ni tampoco un programa que podamos instalar en nuestro cerebro como quien se descarga una aplicación nueva en su teléfono móvil.
Por otro lado, hay algo curioso en todo esto. Cuando en ocasiones pasamos por delante de una cafetería y escuchamos al vuelo alguna que otra conversación, hay una frase que casi siempre se repite. Es como un leitmotiv, como un especie de lamento o casi como una invocación: “Yo lo único que quiero es ser feliz”.
En esta frase se contiene cierta gota de desesperación y una tonelada de anhelos. Es como si muchos de nosotros sintiéramos una especie de “despersonalización”, como si estuviéramos enfrascados en una realidad en la que no nos identificamos, que no nos pertenece porque sencillamente, no nos confiere una felicidad real.
Te proponemos reflexionar sobre ello, te invitamos a hacer cambios para construir una nueva realidad más satisfactoria.
El secreto para una vida más plena empieza hoy
Durante muchos años la investigación orientada hacia el estudio de la felicidad estaba enfocada a explicarnos cómo podemos ser felices. De hecho, a día de hoy tampoco faltan todos esos manuales de autoayuda que enfocan el tema casi del mismo modo: la felicidad como meta. Ahora bien, la felicidad no debería ser una meta sino una consecuencia, un subproducto de cada una de las acciones que hacemos al cabo del día, esas por las que merece la pena vivir.
Pongamos un ejemplo. Alastair Humphreys es lo que podríamos definir como un “aventurero”. Este escritor y coach motivacional trabaja para el National Geographic y en el 2012 planteó un pequeño desafío a sus lectores a través de la revista. Quiso enseñar a sus seguidores a favorecer su crecimiento personal, a que empezaran a ser quien de verdad deseaban y no lo que otros esperaban de ellos.
Para conseguirlo, los inició en una técnica que él llamó “microaventuras”. Era una invitación directa a encontrar el equilibrio interior iniciando pequeños desafíos cotidianos. La forma para conseguirlo no podía ser más sencilla. Proponía lo siguiente.
La busca diaria del placer, el conocimiento y la libertad
El secreto para una vida más plena puede empezar hoy pero para ello, necesitamos dos ingredientes básicos: compromiso constante y creatividad. Es así como nuestras micro-aventuras del día a día generarán nuevos pensamientos, nuevas emociones y un mejor bienestar.
- Cambia de ruta para ir al trabajo. Si vas en coche coge el autobús y observa a la ciudad, a las personas… Si vas en autobús, bájate una parada antes y continua el trayecto a pie. Disfruta del momento, de tu presente, de lo que sientes, de lo que ves y te rodea.
- Come en un parque, sal de tu círculo habitual de amistades y habla con gente nueva.
- Rompe la rutina, atrévete a perderte en tu propia ciudad, obliga a tu mirada a buscar cosas diferentes.
- Madruga, medita al amanecer. Piensa qué quieres conseguir en tu día y decide qué no quieres en él.
- Oblígate a hacer algo nuevo cada día: un deporte nuevo, un libro nuevo, una afición nueva, una nueva amistad, un nuevo peinado, un nuevo pensamiento, una nueva actitud…
Lo que era ayer y lo que soy en este momento
Hay quien se enorgullece cual regio titán de no haber cambiado nunca. De mantener siempre un mismo estilo de pensamiento, unas mismas actitudes y unas mismas esencias. Hemos de tener cuidado con este tipo de personalidades porque el ser humano, lo queramos o no, está obligado a avanzar como persona, a crecer, a ser flexible y a adaptarse a esta compleja realidad para construir una felicidad más íntegra, real y satisfactoria.
No ser la misma persona que ayer no es un drama. Porque a pesar de los golpes, las decepciones y las pérdidas algo nuevo ha surgido de todo ello. Algo hermoso, algo más luminoso y sin duda, mucho más fuerte. Lo que somos hoy no es solo el resultado de nuestro pasado, porque en nuestro ser albergamos también la esperanza del futuro y el placer de un presente que disfrutar siendo nosotros mismos.
Entendamos entonces que la felicidad es un proceso, no un fin. Aprendamos que HOY es siempre el mejor momento para tomar decisiones, para reafirmarnos y cruzar las barreras de nuestros miedos de manera que consigamos tocar la cumbre de todo aquello que de verdad merecemos.
Fuente: Hoy Aprendí
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